I.
Tantas y tantas noches sin dormir luchando contro todo, para extinguirme.
Escoger el dinero por encima de la virtud es algo natural, puro darwinismo, la selección sexual y natural en su máxima pureza. Así va el mundo y así nos va: los intelectuales somos una raza en peligro de extinción. Se protege al lince ibérico, ¿por qué al intelectual no?
Estoy en peligro y no hago nada salvo escribir desenfrenadamente. ¿Por qué no exploto simplemente? Es un milagro que siga vivo. Debería buscarme otro negocio.
II.
Tú ya tienes el tuyo: has vendido tu cuerpo como tierra de abono y labranza.
Ahora me toca a mí vender lo único que tengo.
Tendré que hacer como hizo Shakespeare, Donne o Milton: venderme al mejor postor. Alabar a los que me entregan una pitanza y defender su posición en este tablero de ajedrez que es el mundo mediante largos discursos y bonitas figuras retóricas. Me gustaría ser Obispo o Alfil: así tendría a mi disposición una larga diagonal por la que moverme y huir. Siendo un simple peón, creo que tengo los días contados. A la vanguardia seré el primero en caer: todo por defender a un rey solitario y enrocado que no hace más que mirarse la panza. Sin duda el patriotismo es el refugio de los ignorantes.
III.
Ahora que tú eres su reina podrás moverte a tu antojo.
Sí, es verdad, no, deja que termine: ahora podrás engordar y llenar la panza de la que saldrá otro Alien, el octavo pasajero pidiendo comida y gritando como un enloquecido becerro. ¡Es triste y trágico ver cómo funciona el mundo! Esta lucha de unos contra otros. ¿El paraíso? Ya, a ti te parece esto el paraíso porque ya has tenido tu cuota de sexo salvaje y has quedado saciada, agotada, mermada en tus capacidades de observación. El mundo se va al carajo, monada.
Epílogo. El Polvo.
Estoy quedándome por detrás de los tiempos. Esa es la clave.
Ya no se destila escribir y pensar sino ganar dinero y arruinarse unos a otros. Lo mío es un caso evidente de falta de adaptación al medio. Quitando el sexo que acabamos de tener, y por el que ya me has pagado, creo que mi pluma se seca y se marchita irremediablemente. No me queda mucho tiempo. ¿Conoces a alguien en el mundo del espectáculo? No, claro: tú te mueves en otro Broadway, en otro Hollywood. El de los negocios y la banca. ¿Me volverás a llamar mañana? Me siento tan solo. Sí, mis amigos escritores han muerto. Algunos de ellos pasarán a los museos para que la gente vea cómo fueron sus huesos; otros verán sus nombres en bibliotecas municipales. Los menos se han pasado al cine con éxito. Si no me adapto a los tiempos me temo que no podrás disfrutar de mi pluma durante mucho tiempo, monada. ¿Me trajiste el tabaco que te pedí? Necesito fumar y pensar mientras desaparezco. Sin duda somos ceniza y a la ceniza regresaremos. Somos polvo de estrellas. Un polvo. De estrellas, pero un polvo nada más y nada menos.
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