Nabokov y su novela «Desesperación».



La novela de Nabokov que empieza de la forma más repelente no es otra que Despair. Su personaje Hermann tiene, como casi todos los personajes de Nabokov, la rara virtud de ser un personaje desagradable, despreciable, negativo. De esta forma tan característica, Nabokov nos somete a una desagradable experiencia: disfrutar de una exquisita y divertida prosa escrita por un escritor sumamente repelente.

La novela Despair tiene su base en un crimen cometido por el autor de la obra sobre lo que él cree que es un hombre tan parecido a él que lo considera su doble. Existen numerosas huellas dejadas por Nabokov para entender que la ansiedad, lo arrebatado del pensamiento del criminal brotan de su escondida homosexualidad. Este punto no lo he visto mencionado por Brian Boyd en su excelente biografía de Nabokov. Es claro que Nabokov apunta a todas las pistas dejadas en la obra sobre la homosexualidad de Hermann cuando le hace decir sobre su obra, publicada en el futuro y leída por su público: “Aye, let other nations, too, translate it into their respective languages, so that American readers may satisfy their craving for gory glamour; the French discern mirages of sodomy in my partiality for a vagabond” (Vintage International Edition, p. 159). No son solo “mirages” («espejismos») lo que vemos. El amigo de Ardalion, Perebrodov, otro artista como el primero y como Hermann lucha por ser considerado, le dice cuando se presenta: “Had the fortune of meeting you in the gambling hells of Cairo” (p. 136). Que fuera una fortuna verlo en los infiernos de una ciudad conocida por su turismo homosexual no es coincidencia: apunta a un bar o club de sexo prohibido frecuentado por la bohemia de Berlín. Las referencias más o menos veladas a su oculta condición sexual no escapan a cualquiera que haya leído esta obra al menos dos veces. En otra ocasión Hermann, el narrador, nos dice: “I should in those days have told friends about him, had I had any friends. I toyed with the idea of dropping my chocolate and taking up something else; the publishing, for instance, of expensive volumes de luxe dealing exhaustively with sexual relations as revealed in literature, art, science...” (p. 103). En definitiva, la extraña condición histérica del narrador tiene su causa en su oculta vida sexual, como vemos cuando duerme con su doble Felix en una posada, para luego experimentar un sueño terrible en donde describe a un perro blanco y luego a una larva que aparece en la cama donde su doble Felix duerme, sintiéndose asqueado (p. 97). Antes del amanecer, saldrá de la habitación sin haberse despedido de él, algo que solo tiene sentido si entendemos que esa visión asquerosa es la propia inhabilidad de Hermann de reconocer su oculta homosexualidad. Esto lo aprovecha Felix para intentar chantajearle luego con abrir la boca. Su muerte tiene sentido solo desde este prisma. Tras este sexo furtivo, nos «confiesa» Hermann:

Really, what a fascinating thought; to take the advice of fate and, now, at once, leave that room, forever leave and forget, and spare my poor double.... And, who knows, maybe he was not the least like me after all, I could see only the crown of his head, he was fast asleep, with his back to me. Thus an adolescent, after yielding once again to a solitary and shameful vice, says to himself with inordinate force and clearness: “Thatʼs finished for good; from this time forth, life shall be pure; the rapture of purity”; thus, after having voiced everything, having lived through everything in advance and had my fill of pain and pleasure, I was now superstitiously keen to turn away from temptation for ever (p. 97).

Que Nabokov le dé a su protagonista homosexual reprimido el nombre de Hermann («Señor Hombre», en alemán «Herrmann», o «Her-man», «ella-hombre») es otra de sus características jugadas. El que no vea que su mujer tiene una relación sexual evidente con Andalion es otra muestra clara de que, o bien Hermann es idiota, o bien es homosexual y no le importa. Como Hermann no es idiota, la segunda opción es la que mejor explica ese hecho. Brian Boyd, que no ve el tema de la sexualidad por ningún lado (hecho raro en él), sostiene en su biografía que Hermann realmente ha matado a un hombre que pensaba que era su doble pero que, siendo un mal artista (carece de empatía y es un narcisista), el crimen es descubierto con evidente claridad por la policía. Boyd considera esto un defecto inexplicable de la novela, es decir: que Hermann, siendo un gran observador no pueda ver con claridad que Felix no se le parece en nada fuerza la suspensión de la credulidad del lector. Este «defecto» no sería propio de Nabokov, y puede solucionarse si consideramos que Hermann, como gran mentiroso que dice ser no ha matado a nadie en realidad. La novela es arte, no realidad. Esto se demuestra cuando vemos lo que le dice a su mujer: que tras el crimen se reunirán en París en el hotel que habían visitado en otra ocasión, el hotel Malherbe (p. 146), pero cuando Hermann se escapa de Alemania tras el crimen se va al sur de Francia, en la frontera con España, en un pequeño pueblo llamado Pignan (p. 180). El nombre del hotel en el que se hospeda no nos es revelado. Esta falta de relación entre París y Pignan es una prueba evidente de que algo no anda bien en el relato. 

Además, París es una gran ciudad y de lejos un sitio más seguro para escapar de la policía que un pequeño pueblo rural, donde su condición de ruso-alemán será objeto de atención inmediata. Segundo, el crimen que supuestamente ha cometido llega después a oídos de los clientes de este hostal de segunda categoría en una zona rural del sur de Francia; ni la importancia del crimen ni el breve transcurso de tiempo, ni siquiera la improbabilidad de que esto llegue desde Berlín a oídos de unos clientes franceses (¿saben alemán?) en una zona rural, tiene credibilidad.

Esto nos deja con esta conclusión: la historia es narrada por Hermann, como autor de unos hechos ficticios. Todo en la novela es arte y, tan bien escrita y persuasiva, que parece que es real. Cuando da las fechas exactas de lo que dice haber hecho y ocurrido en la realidad, nos dice: “Dates are required, however, to keep up the illusion” (p. 60). La novela la escribe el autor y es ficticia, muy bien, ¿pero dónde? Existen dos posibilidades. La primera es que la novela la escribe Hermann como autor de novelas de crímenes para un público ávido de este tipo de historias. Hermann le echa en cara a Conan Doyle que no terminara su ciclo de Sherlock Holmes de la forma que tendría que haberlo hecho: relatando un crimen del cual Watson sería culpable. La segunda opción es más rebuscada, pero casa con la mentalidad más interior y oculta de Nabokov en muchas de sus obras: que el personaje está relatando esto, pensando esto, muerto ya y viviendo en otra dimensión. Esto casa con lo que nos dice Nabokov cuando unos invitados ven su retrato dibujado por el artista Ardalion: “Look as one might, none could see the ghost of a likeness” (p. 56). La palabra «fantasma» no tiene sentido en esta frase salvo para apuntar a lo que luego dice Orlovius sobre su retrato: que está pintado «al estilo moderno», para luego indicarnos el narrador que su comentario se refiere a otro cuadro: «La Isla de los Muertos». Esta transición es abrupta y provoca que el lector se vuelva sobre sus pasos para verificar qué se ha perdido. Podemos terminar con el comentario de Hermann sobre el horror de vivir en un más allá eterno, sujeto a eternos tormentos sin fin:

I refuse to undergo the tortures of everlasting life, I do not want those cold white little dogs. Let me go, I will not stand the least token of tenderness, I warn you, for all is deceit, a low conjuring trick. I do not trust anything or anyone—and when the dearest being I know in this world meets me in the next and the arms I know strech out to embrace me, I shall emit a yell of sheer horror, I shall collapse on the paradisian turf, writhing.... oh, I know not what I shall do! No, let stragers not be admitted to the land of the blessed (p. 103).

Que Hermann revive esto en su infierno metafísico, donde su alma es incapaz de salir (el detalle del perro blanco nos lleva a Felix y la noche de sexo en la posada de la que escapa luego Hermann sin decir adiós), se comprueba por las palabras citadas arriba y el final de la narración, cuando la policía ya está en el hostal: “Maybe it is all mocked existence, an evil dream; and presently I shall wake up somewhere; on a patch of grass near Prague. A good thing, at least, that they brought me to bay so speedily” (211). Con lo que ocurre un nuevo loop de la narración confesional. Brian Boyd, de nuevo de forma sorpresiva, tampoco comenta esta explicación evidente en el universo de Nabokov. Como el protagonista de la novela The Eye publicada anteriormente, Hermann es un fantasma que es incapaz de saber que lo es. En The Eye, el protagonista se da cuenta al final. En Despair, el protagonista no quiere verlo, se niega a verlo. 

Este hostal del final de la obra, por cierto, es aún más pequeño que el anterior y está situado en un pueblo aún más pequeño que el de Pignan. De hecho, se nos dice que está entre las montañas, más alto que el anterior. Esto sería absurdo para alguien que pretende esconderse y no destacar. Esta altura final, no obstante, es oportuna para una narración cuya horizontalidad ha sido constante. Hermann solo sube dos veces en la obra: una en Praga cuando ve a su «doble» Felix y otra aquí, cuando él como el falso «Felix» es arrestado.

El título de la obra es Despair, «Desesperación». Hermann dice que le puso ese título a la obra porque su crimen había resultado fallido por el hecho de que olvidara eliminar el bastón de Felix (con su nombre completo; ¿es esto plausible en un vagabundo?) del coche que había utilizado para el crimen. Esta «desesperación» es algo más que algo nacido de un craso error artístico a la hora de cometer un crimen. Es la «desesperación» de alguien que no puede escapar de su prisión eterna. Nabokov comenta en su prólogo a la obra escrito en 1965 que Humbert y Hermann se parecen a dos dragones pintados por el mismo artista; pero existe una diferencia: “Both are neurotic scoundrels, yet there is a green lane in Paradise where Humbert is permitted to wander at dusk once a year; but Hell shall never parole Hermann” (p. xiii). Ahora sabemos por qué.





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